Jorge García Labajos

Trabajador en el entorno penitenciario desde 1981 y diplomado en criminología por la Universidad de Valencia. Pertenezco a esa generación que coincidió con la aprobación en 1979 de la ambiciosa Ley Orgánica General Penitenciaria. Su implantación no estuvo exenta de conflicto entre quienes pretendían romper con antiguos métodos y quienes abogaban por perpetuarlos, había momentos en que parecía que Franco no se hubiese muerto. La imposible neutralidad me hizo tomar partido por el Sindicato Democrático de Prisiones y su compromiso en la defensa de los derechos humanos.

Cuando al estruendo de portazos y cerrojos sucede el silencio y se apagan las luces bruscamente…, es posible que el encerrado vea cómo, desde la ventana, un rayo de luz (de esperanza) proyecta en el suelo la sombra de la reja como un tablero de tres en raya. Cuesta imaginar el sufrimiento de quien, por un motivo u otro, está limitado en la facultad de decidir sobre sí mismo.


Este dolor, ya sea impuesto por un juez, por la salud mental o incluso por nuestras propias ideas y prejuicios, puede producirse tanto en situaciones trágicas como cómicas, lo mismo en una cárcel que en un jardín.

 


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